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Carta del presidente Vicente Furió: Antonio Calpe, símbolo del Levante UD

Antonio Calpe Hernández (Valencia, 1940-2021). Distintas generaciones de valencianos, aficionados al fútbol, lamentamos el fallecimiento de una entrañable persona. Se ha ido una verdadera leyenda, un símbolo del Levante UD. Un hombre que forma parte de la historia de un club que nace en 1909.

Mientras las fuerzas se lo permitieron, asistió a los partidos que su equipo disputaba en el Ciutat de Valencia. Solía ir acompañado de algún amigo y, en ocasiones, de su nieto Carlos, del que decía que “es del Real Madrid pero poco a poco viene hacia mi terreno”. Se sentaban en la tribuna lateral derecha, en la parte baja. Sufría en exceso. Sólo dejaba escapar una sonrisa cuando se ganaba. El reflejo de su rostro era la mejor lectura para descubrir el transcurrir del encuentro.

Una de las últimas veces que cruzó el túnel, situado entre vestuario y el terreno de juego del Ciutat de Valencia, enero de 2011, coincidiendo con el partido de Copa del Rey entre el Levante UD y el Real Madrid. Ambos clubes habían decidido agasajar a su común exjugador. El público lo premió con una prolongada y emocionada ovación.

A Antonio Calpe no le gustaban los homenajes ni las bonitas palabras. Una actitud en función de su carácter introvertido, sencillo y siempre alejado de la vida social. Ese día no fue fácil para él. “Prefiero jugar con mi equipo ante 110.000 espectadores que ser el protagonista. Lo he pasado fatal pero sólo tengo palabras de agradecimiento. He percibido el cariño de los aficionados. Además, los dos presidentes (Quico Catalán y Florentino Pérez) han estado conmigo en representación de los dos clubes de mi vida”, me comentaba días después.

El CD Alcoyano, la tercera entidad de su vida, se unió al homenaje que se celebró en el campo de la Malvarrosa, en marzo de 2019, organizado por la Asociación de Exfutbolistas del Levante UD que preside Sergio Ballesteros. Antonio Calpe acudió a la Malvarrosa vestido de forma elegante (como siempre lo hacía) y sentado sobre su silla de ruedas que empezaba a ser su vehículo de transporte. No perdió detalle del partido. Se mostró complacido por disfrutar de tan maravillosos instantes con amigos y conocidos. Fue feliz recibiendo sinceras muestras de afecto.

En junio de 1962 se incorporó al Levante UD tras protagonizar una destacada temporada con el CD Alcoyano en la Tercera División. Meses más tarde, fue uno de los grandes intérpretes del primero e histórico ascenso del Levante UD a la Primera División del fútbol español. Una singladura donde tuvo la oportunidad de compartir vestuario con otros legendarios jugadores azulgrana: Domínguez, Wanderlei, Camarasa, Céspedes, Castelló, Rodri, Currucale, Valls, Serafín, Vidal o Pedreño.

Al finalizar la temporada 1964-65, el Levante se encontró con la triste realidad del descenso a la Segunda División. El excelente rendimiento mantenido por Antonio Calpe y la urgencia de conseguir recursos económicos trajeron consigo su traspaso al Real Madrid. El presidente Santiago Bernabéu lo acogió con los brazos abiertos. El entrenador Miguel Muñoz, por su parte, lo introdujo en el esquema del equipo y pasó a ser titular indiscutible. Su nombre se familiarizó junto a Betancort, Grosso, Sanchis, Pirri, Zoco, De Felipe, Gento, Pachín, Puskas, Velázquez, Zunzunegui… Jugadores con los que compartió la consecución de tres títulos de Liga, una Copa del Generalísimo y la Copa de Europa de 1966. El final de Antonio Calpe con el Real Madrid estuvo acentuado por dos graves lesiones.

Siendo presidente Manuel Grau Torralba, regresó al Levante en 1971. El equipo estaba en Tercera División, a un paso de descender a la categoría Regional. Un hecho que no le importaba. En 1975, dejando al equipo en Segunda División, decidió retirarse de la práctica del fútbol. Entonces, se incorporó a los servicios administrativos y técnicos del club, donde permaneció hasta su jubilación. Un prolongado espacio de tiempo en el que disfrutó de la oportunidad de vivir múltiples y variadas experiencias. No todas de su agrado.

Su segunda singladura como levantinista, entre 1971 y 1975, dejó la huella del éxito, al igual que la primera. Si con anterioridad se desenvolvió por el lateral derecho o izquierdo, ahora le tocaba jugar de líbero. Una posición táctica ya desaparecida. Sin embargo, sus movimientos por la banda permanecieron en el tiempo en aquellas personas que lo vimos actuar en Vallejo. Su destreza para jugar, con y sin balón, se proyectaba al igual que un espectáculo basado en la calidad, honradez, rapidez, puro nervio y temperamento.

En 2011, haciendo un repaso a su dilatada vida deportiva, comentó: “Dada mi experiencia, fui muy feliz jugando de líbero. Salía al corte, igual me daba un lado que otro y encima podía ayudar a colocar a mis compañeros. Estaba seguro de lo que hacía”.

Si el carril derecho de un campo de fútbol se convirtió en su hábitat natural, más aún lo era cuando se ponía al volante de su coche. Uno de sus frecuentes desplazamientos tuvo como destino Requena. Ciudad en la que le esperaban dos grandes amigos y levantinistas: Salva Regües y Joaquín Olcina. Solía tardar en llegar a su destino más de lo habitual por la extrema prudencia con la que conducía, por lo que trajo consigo diversas bromas y risas.

Una vez reunidos, se transformaba en una persona abierta, irónica y mordaz en sus comentarios. Su pasión por el Levante no le impidió disponer de criterio sobre la vida del club. Su actitud crítica, en ocasiones, no siempre fue bien entendida. Junto a Salva y Joaquín, protagonizaban sobremesas que nunca encontraban un punto final. Cuando el dueño del restaurante bajaba la persiana, el despacho de Olcina se convertía en el lugar escogido para seguir hablando del Levante. Incansables recordando momentos, anécdotas, situaciones o dejándose llevar por el análisis crítico. “Rajadas”, en definitiva. Salva y Joaquín fueron dos destacados amigos de los muchos que lo quisieron y admiraron. Además, cualquier momento resultaba apropiado para reunirse con buena gente a orillas del Mediterráneo.

Nació siendo del Levante y siempre quiso ser del Levante, en los buenos y malos momentos. Se mantuvo coherente con sus raíces arraigadas en el Grao de Valencia. Siguió, como levantinista, la estela rubricada por su padre Ernesto, que formó parte del equipo que se proclamó campeón de la Copa de la España Libre de 1937, y continuada por su hermano también llamado Ernesto. Se ha ido un símbolo. Son momentos de profunda tristeza.

Vicente Furió Garcerá

Presidente de la Fundación del Levante UD Cent Anys.

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